Durante el año pasado se me planteó la escalada como actividad de ocio. Pero no tenía especial interés en subir una pared para luego bajarla. Aun así, como a mi chica (Noelia) y a su hermana (Maruchi) les apetecía, y no tenía otra cosa que hacer, empecé a acompañarlas al roko y al monolito, ambos en Rivas.
Noelia, que siempre ha escalado, conocía a mucha gente en el roko, así que cuando llegué allí tuve una muy buena acogida por todos aquellos que me conocían de acompañarla. Empecé a bajar con cierta frecuencia, y fue justamente ese buen ambiente lo que me enganchó a ir al rocódromo. Aún así seguía sin tener mucho interés en salir a escalar a la roca.
Poco después fuimos a practicar al «monolito», un rocódromo situado en el parque ripense del Cerro. Un rocódromo al aire libre donde se puede practicar la escalada deportiva con cuerda de varios metros de altura. Esto era por Marzo de 2011, así que tampoco es que hiciera muy bueno, por lo que yo mayormente acompañaba a Noelia y a María. Esta última era la que tiraba del carro para hacer que, tanto sus amigas como Noelia, se animaran a escalar, o por lo menos que aprendieran a asegurarla!! gggg, ya que en este tipo de escalada es prácticamente imprescindible. Alguna que otra vez fui animándome a intentar alguna vía.
Poco después se nos unió Pablo, al que también le picó la curiosidad y ya había empezado a praticar en el roko por su cuenta. Un día nos cruzamos y le dí algún consejo para progresar mejor, y a partir de entonces empezamos a practicar juntos.
Todos nosotros comenzamos a formar el grupito del V- (un grado en escalada deportiva asequible)
Empezamos a planear salidas a la roca y, en las primeras, nos perdíamos, no llegábamos al lugar, no teníamos los croquis adecuados, o llegábamos tarde . Nuestras primeras salidas fueron un poco frustrantes, y poco alentadoras.
Aún así, por el buen ambiente y por lo bien que me venía físicamente escalar, seguí yendo al rocódromo. Allí veía a la gente quedarse colgados en lapared en postúras inverosímiles, sujetados de una mano o en agarres en los que yo no me sujetaba ni de pie en el suelo. Poco a poco conseguía mejorar las posiciones y entrenar los músculos específicos de este deporte, y comenzábamos a plantearnos nuevas salidas para ponernos a prueba.
Como ninguno de nosotros era un experto, aunque Noelia y yo sí teníamos un mínimo conociento del manejo de la cuerda y de montar los desguelgues, nos plantábamos al pie de vía sin tener ni idea de si íbamos a conseguir llegar a la reunión. Ésto me daba cierto miedo o, quizás mejor dicho, cierto miedo a la vergüenza. No me gustaba la idea de verme descolgado como un paquete, sin haber llegado a la reunión y poder recuperar todo el material. Así que cualquier vía de bajo nivel era para nosotros todo un reto. Los V+ eran motivo de celebración, tanto como para los intrépidos que son capaces de hacerse un 8a, ya que nadie nos iba a montar la reunión para hacer la vía en top-rope (escalar con la cuerda por encima) y evitarnos cualquier tipo de caída.

Al escalar de primero tienes el riesgo de caída, desde donde estás, hasta el último seguro que hayas puesto, lo cual a veces puede ser una gran distancia. Este peligro genera una gran cantidad de adrenalina y es lo que hace que a algunas personas les enganche y a otras les desmotive.
Es por ello que en la escalada se necesita, además de fuerza y equilibrio,
determinación y decisión. Ponerse a prueba a uno mismo, hasta tu límite y arriesgarse. Es ahí donde yo he encontrado mi aliciente para seguir practicando esta actividad, en la que se sube una pared para luego…..bajarla!!